En la cabeza de los cachalotes (Physeter macrocephalus) se encuentra el órgano de espermaceti, una estructura que puede suponer el 90% de la masa total de la cabeza de estos animales y que contiene el “aceite de esperma de ballena” o espermaceti. La composición de éste es:
Los ácidos grasos de los triacilgliceroles y ceras tienen la longitud de la cadena y el grado de insaturación necesarios para proporcionar a este producto sus propiedades particulares. Su punto de fusión está en torno a 42-50ºC.
El aceite del espermaceti, que también se encuentra en la grasa vascularizada de las ballenas, contribuye a la regulación de la flotabilidad de ballenas y cachalotes y favorece las pautas alimentarias de estos cetáceos, que se alimentan en gran medida de calamares de aguas profundas donde, aparte de encontrar ese alimento, no tienen competidores. Mantenerse en el agua a una determinada profundidad implica un esfuerzo natatorio importante, pero el aceite de espermaceti hace que la densidad corporal de ballenas y cachalotes se pueda igualar a la del agua, con lo que ese esfuerzo natatorio se hace innecesario.
A la temperatura corporal del animal el aceite del espermaceti está líquido y es menos denso, pero solidifica (y aumenta su densidad) a temperaturas inferiores. El cambio de estado físico se debe tanto a las temperaturas del entormo como a un sistema fisiológico que no es más que la regulación del flujo de sangre a esa zona. En la inmersión, el flujo sanguíneo disminuye y con la bajada de temperatura la grasa del espermaceti empieza a solidificarse, esto hace aumentar su densidad igualándola a la del agua profunda. Para volver a la superficie, aumenta el riego sanguíneo, aumenta la temperatura, los lípidos vuelven a su estado líquido y disminuye la densidad.
Además de esta importante función, el espermaceti también participa en la ecolocalización al contribuir a la captación y transmisión de ultrasonidos.
La grasa del espermaceti ha sido muy apreciada como lubricante, para fabricar velas y en la industria cosmética; durante siglos se consideró que era el mejor aceite para las lámparas, pero hoy en día su uso está muy limitado y ha sido sustituida por ceras sintéticas de cetil palmitato o por el aceite de jojoba.
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